Tranquilina Isabel Ibáñez Viloria le hizo honor a su primer nombre sólo durante los últimos días de su existencia terrenal. Los noventa y seis años precedentes fueron una vida intensa y llena, como todas, de altos y bajos, de momentos regulares, otros buenos, otros malos y muchos maravillosos.
Como testigos de todos esos años quedamos una de sus tres hijas, Edith Marina Tinoco Ibáñez, dos de sus hermanas, cuatro nietas que la acurrucamos como una bebé en la víspera de su partida, un nieto ausente y dos bisnietos que fueron para ella luz y alegría de vivir. Todos sin excepción tenemos recuerdos dulces y de momentos edificantes con ella. Gran parte de lo que somos se debe a lo que aprendimos a su lado, más por lo que nos enseñó con ejemplo que con palabra.
Trabajadora incansable y madrugadora, empeñada en el bienestar de todos en su familia, creyente fervorosa que demostraba su amor a nosotros en un plato de comida delicioso que nos esperaba siempre al llegar del colegio, de la universidad o del trabajo. Como dijimos antes, no era muy buena con las palabras, pero se sabía el plato favorito de cada uno y hasta el último momento que pudo nos consintió con caribañolas y tortas de plátano. Tranquilina Isabel fue una mujer fuerte y guerrera que vivió en tres países distintos y para todas fue raíz firme y centro de gravedad.
Hoy que te fuiste a tu casa en el aire te honramos, te agradecemos por todo y te recordamos -con palabras porque ninguna cocina tan rico como tú-, que te amamos hoy y siempre,
Tu hija Edith Tinoco Ibáñez, tus nietas Sybila Posner, Ingrid Borrero Castillo, Gabriela De Castro y Sonia Barrios Tinoco, y tus bisnietos Aaron y Mathías Castillo Borrero.